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miércoles, 12 de agosto de 2015

SALTA




SALTA



Hay que saltar en los charcos
como cuando éramos niños.
Disfrutando,
riendo.

Saltar en el corazón,
justo en el centro del charco.
Mojarnos,
empaparnos hasta los huesos
y dejarnos envolver como un regalo
 en nubes de chispitas de diamante
y por un corto espacio de tiempo
sentirnos vivos,
aunque sepamos que nos vamos a resfriar
y que pasaremos un tiempo
a golpe de pañuelo.

No importa,
una vez recuperados
encontraremos nuevos charcos
y  sin miedo,
volveremos a saltarlos.

Mejor que el último tren nos encuentre así,
empapados y no resecos.
Aunque nos vayamos con los mocos colgando.


© Nuria Velasco

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