TAN SÓLO UNOS MINUTOS
Siete de la mañana,
el despertador suena
y esta no pierde
comba.
Está aquí,
se ha quedado esta
noche
acurrucada en mi
pecho,
y ahora,
la siento tomar el
ascensor hacia mis ojos.
Me gustaría dejarla
ahí,
colgada como un
zapato en un cable del Bronx,
hasta que se harte,
hasta que se seque.
Pero no, lo siento
no va a poder ser.
Tengo el tiempo justo
para que le dé una
ducha rápida al alma.
Siempre con prisas…
© Nuria Velasco
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